Toromítco presenta Ana, la de Tejas Verdes, de Lucy Maud Montgomery
Un clásico de la literatura universal que vuelve a las librerías de la mano de la editorial Toromítico
Se trata de una de las más famosas sagas de la literatura contemporánea que la editorial Toromítico va a recuperar en su integridad, publicando todas las entregas de estas divertidas aventuras, cuya protagonista es Ana Shirley
24/05/2013

Ana, la de Tejas Verdes, es el título del primer libro, editado originalmente en 1908 por la escritora canadiense Lucy Maud Montgomery, que saldrá al mercado a finales de mayo. Se trata de una de las más famosas sagas de la literatura contemporánea que la editorial Toromítico va a recuperar en su integridad, publicando todas las entregas de estas divertidas aventuras, cuya protagonista, Ana Shirley, aún pervive en el recuerdo de muchos nostálgicos, quienes podrán disfrutar del segundo volumen, Ana, la de Avolena, a principios de otoño.     

Como novedad, la editorial Toromítico ha realizado una nueva edición ilustrada por José Espinosa y Antonio Cuesta. Igualmente, cuenta con nueva traducción integra del original —escrito en inglés—, distinta a las anteriores publicaciones, que ha corrido a cargo de la cordobesa, Elena Casares, quien aporta frescura y fidelidad al texto que enamoró al ilustre escritor Mark Twain, autor de Tom Sawyer, quien dijo de esta primera entrega que «desde la inmortal Alicia, Ana, la de Tejas Verdes, es la niña imaginaria más encantadora que se haya creado».

La historia de esta saga comienza cuando dos hermanos solteros —Marilla y Matthew Cuthbert—, que residen en Tejas Verdes, deciden adoptar a un chico huérfano para ayudarles con el trabajo del campo y por un error fortuito terminan acogiendo a una niña pelirroja de once años, Ana Shirley. Todo cuanto les rodea cambiará para siempre. Con su vivacidad, sus risas y también sus lágrimas, y sobre todo gracias a su desbordante alegría e imaginación, la protagonista conseguirá formar parte de una familia por primera vez y tener un lugar al que, al fin, podrá llamar hogar.

Ambientada a principios del siglo XX en un lugar tan mágico como la Isla del Príncipe Eduardo, en Canadá, Ana, la de Tejas Verdes nos llevará a través de los ojos de esta despierta e inocente niña a sentir el mundo como algo totalmente nuevo, a emocionarnos y reírnos con sus aventuras y peripecias, y, en definitiva, a ver la vida desde un prisma más positivo y estimulante.

Esta obra, al igual que toda la serie de Ana Shirley, conjuga los valores de la vida rural y la familia con las cuestiones universales que todos nos planteamos en algún momento, como la pertenencia a una tierra, el valor de la amistad o la esencia del amor.

«Es sorprendente cómo, cada año, gente de todo el mundo descubre y se enamora de Ana Shirley por primera vez», comenta Kevin Sullivan, el productor de llevó esta serie a la televisión.

Según Alba Uríz, editora del blog Letras y Escenas, «no se puede leer Ana, la de Tejas Verdes sin caer rendido ante los encantos de su protagonista, una huerfanita divertida, inteligente, soñadora, liante, sincera, deslenguada y generosa».

Lucy Maud Montgomery fue una escritora canadiense universalmente conocida por la serie de novelas que narran la vida de Ana Shirley. Nació en 1874 en Clifton (actualmente New London), una pequeña ciudad de la Isla del Príncipe Eduardo (Canadá).

Tras la muerte de su madre, cuando ella contaba menos de dos años de edad, su padre decidió dejarla a cargo de sus abuelos maternos, en Cavendish. De ellos recibió una educación muy estricta, aunque dicha situación —crecer sola en la casa de dos personas mayores— estimuló su imaginación, provocando la chispa que le haría crear el personaje de Ana Shirley.

Completó su formación en el Colegio Príncipe de Gales, en Charlottetown, y entre 1895 y 1896 estudió literatura en la Universidad de Dalhousie, en Halifax, Nueva Escocia. En 1898, tras haber trabajado como maestra en varias escuelas, regresa a Cavendish para cuidar de su abuela, que había quedado viuda.

Se casó con Ewan Macdonald, un ministro presbiteriano, y se mudó a Ontario, donde su marido se hizo cargo de una iglesia. El resto de su obra la escribió fuera de Prince Edward Island, ya que después de su matrimonio nunca regresó en vida. Falleció en Toronto en abril de 1942 y fue enterrada en el cementerio de Cavendish, cerca del lugar en el que creció.




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